Mi intención con este blog es sencillamente compartir mis inquietudes, desde la intuición y el corazón, y crear un espacio en el que pensar en "voz alta"

jueves, 18 de abril de 2013

Mi visión poética de mi escuela


Siguiendo con el blog de Salvador Rodríguez, y su entrada titulada: La escuela, una visión poética, quisiera compartir lo que para mí fue sin duda una experiencia poética de mis escuelas durante mi infancia y adolescencia y que tanto he echado y echo de menos para mis hijos:
Me pondré nostálgica y posiblemente obviaré cualquier aspecto negativo, pero no tengo afán de faltar a la verdad y, achaquémoslo a mi memoria endeble a causa de los años, pero sencillamente no son  recuerdos negativos los que destacan en mi memoria.
Desde los 4 y hasta  los 6 años acudí a una escuela infantil pública, en la que sólo recuerdo cantar, pintar, bailar, jugar, correr, un huerto y muchísimo cariño, y sin duda, coqueteé con la lectura sin tener conciencia de ello, porque, que recuerde, sólo se sembró la base de la curiosidad por lo escrito.
Ya con casi 7 años llegó lo que entonces ya fue para mí Primaria (al igual que aquí ahora), fui de nuevo a un colegio público y pequeño en el que sólo había aulas y una sala que hacía las veces de gimnasio en días lluviosos (muchos) alternándola con los dos pequeños patios donde hacíamos deporte. Ni piscina, ni biblioteca ni comedor.  Pero se hacía gimnasia y se practicaban deportes.
-          Acudía cada día a un comedor a unos 300m. de  la escuela.
-          Una vez por semana nos llevaban a la piscina pública más cercana.
-          Una vez por semana acudíamos a la biblioteca pública más cercana  dónde nos alojaban en la planta infantil y nos dejaban elegir, compartir, ojear y hojear, cualquier libro que nos apeteciese y luego retirarlo para llevar a casa o no.  
Al comedor, como a las otras actividades, nos llevaban a pie y en fila de dos en dos, actividad que en sí misma formaba parte de toda la experiencia.
Una vez por semana también, venía una profesora externa que nos daba clases de arte dramático.  (Expresión corporal, improvisación, declamación, preparar y leer obras de teatro …)
Todas las aulas tenían instrumentos musicales y todas las semanas experimentábamos con instrumentos varios. Que si el xilófono, que si el triángulo, que si los bongos, que si la flauta, que si las castañuelas…  Cantábamos, jugábamos, y un maravilloso programa de la BBC para colegios, (había tele en todas las aulas… la tecnología de la época) nos introducía en el mundo del solfeo con dibujos, muñecos y presentadores divertidísimos.  (La música, lo crea nuestro sistema educativo o no, era y es algo más que la flauta y mucha teoría)
También, una tarde a la semana, o bien en la propia clase (que siempre eran enormes y se dividían entre parte con pupitres y parte para actividades), o bien en uno de los patios si no llovía, nos enseñaban bailes tradicionales y folklóricos.
Hacíamos debates personales o sobre temas actuales (de entonces), incluso, recuerdo que en vísperas de  elecciones, se debatía sobre política. Las motivaciones que cada niño tenía para opinar acerca de quién era el candidato idóneo, visto desde hoy, resulta enternecedor.
Ni que decir tiene que pintábamos y  jugábamos.
Sin darme cuenta un día sabía leer, otro sumar, otro restar, sin llevadas, con llevadas…. Por encima de todo, era feliz, deseaba ir al colegio, me sentía estimulada y querida, y tenía una enorme curiosidad.
A los 11 años y coincidiendo con el inicio de la secundaria, de nuevo en un colegio público, pero esta vez inmenso:
Tenía pistas de tenis, baloncesto y baseball. Un gimnasio inmenso lleno de aparatos magníficos.
Un edificio entero dedicado a las artes, música, baile, teatro, artes plásticas y cerámica.
Un ala para las ciencias con maravillosos laboratorios y otra para las letras con biblioteca.
No tenía piscina, pero, aquí también nos llevaban a la piscina municipal más cercana una vez por semana y, a pesar del gimnasio y las pistas, una tarde entera una vez por semana nos recogía un autocar a todo el curso, y nos llevaba a un macro polideportivo, apartado de la ciudad donde, esa tarde (y cambiando trimestralmente de actividad)  podríamos aprender y practicar deportes que, de otra forma no conoceríamos más que por la televisión. Así pues, además de tenis, baloncesto y baseball, tuve el privilegio de aprender y jugar al hokey, Lacrosse, Tiro con arco, campo a través y varios más…
Aquí, ya con 11 años y no antes, aprendía a multiplicar. Puede que quien lea esto piense que es una barbaridad, pero mi experiencia me demostró que, aquello que tanto les cuesta a nuestro peques con 7 u 8 años y que les supone horas de estudio, yo aprendí sin mayor esfuerzo en una semana a los 11 años, sencillamente porque estaba preparada, y así también con casi todas las asignaturas.
No voy a decir que por todo esto, todos destacáramos académicamente en todo, sencillamente porque eso es imposible pese a quien pese. Pero sí era más fácil que cada cual desarrollara mejor sus capacidades, y sobre todo, teníamos los medios y las formas para conocer cuáles eran aquellas áreas qué mejor dominábamos y todas ellas eran valoradas. En todas nos motivaban.
Todo esto además dentro del horario escolar ya que, el concepto “Clases extraescolares” no lo conocí (porque no existían) hasta el año 1982 cuando regresé a España. Así, a partir de las 4 de la tarde, se hacían los deberes escuetos (a partir de los 11 años, no antes) y se gozaba de toda la tarde libre.  Lástima que el clima no favoreciera un mejor aprovechamiento del tiempo de ocio como sí lo hace en nuestro caluroso país y largas horas de sol, que apenas disfrutan nuestros  niños por estar saturados de actividades extraescolares y deberes.

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